miércoles, 11 de junio de 2008

¿EL FUTURO ESTÁ EN LAS PERSONAS?

Parece que la gestión de personas en las empresas en el futuro será fundamental, determinante para poder alcanzar el éxito en el mercado pues ya no existen ventajas competitivas tangibles que perduren. La gran lucha de las empresas se centrará entonces en la captación y en la retención del talento para poder obtener un factor diferenciador clave. Además, desde un enfoque más evidente y cercano aún, no hay más que observar el desarrollo tecnológico del ser humano durante este siglo para concluir el espectacular descenso de la mano de obra operaria, y por tanto de la antigua gestión jerárquica. El trepidante desarrollo de la tecnología ha propiciado, en primer lugar una gran caída de personal empleado en el sector agrícola y más tarde en el sector industrial. El sector servicios ha emergido como un gran gigante, que aglutina a la mayor parte de la población en el mundo desarrollado. Por tanto, una vez nos hallamos en esta situación parece evidente pensar que la gestión de personas debería de ser una de las primeros objetivos en cualquier empresa que pretenda lograr un éxito sostenible y duradero.
Por lo menos aparentemente, las empresas, y sobre todo las grandes empresas multinacionales están incluyendo la gestión de personas como un factor clave en su gestión estratégica.
Pero es en este punto, cuando me hago la pregunta con la que he comenzado a escribir:¿el futuro está en las personas? Y, ¿por qué me planteo tal cuestión cuando parece que las personas van a tener un papel fundamental en las organizaciones?.Mi preocupación reside fundamentalmente en las dimensiones y el poder que están tomando cada vez más muchas empresas multinacionales. Algunas de estas empresas ya tienen más poder e influencia que muchos países y organizaciones internacionales, y esto puede ser uno de los mayores retos a los que se enfrenten las personas.
Esto puede producir sentimientos de alienación por parte de las personas. Puedes sentirte como un “número”, como una pieza más del gigantesco engranaje empresarial. Existe el grave riesgo de que la cultura y los valores de dichas empresas desnaturalicen a la persona, de que “vacíen su interior”. En definitiva, de que la persona pierda sucesivamente libertades individuales en pro del beneficio de la organización.
Entonces me pregunto, ¿estará la empresa al servicio del desarrollo de la persona o la persona sometida al desarrollo de la empresa?
Habrá que buscar el equilibrio.

Miguel Horcajuelo Rivera

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