Con frecuencia, algunos nos preguntamos porque hay personas que tienen éxito en liderar a los demás. El quererlos imitar para triunfar como ellas nos lleva a muchos de nosotros a buscar información sobre el tema en internet, libros, revistas, por sólo mencionar algunas fuentes. La mayoría de los autores nos describen técnicas sobre cómo ser exitoso, y nos argumentan que las personas que han seguido dichas técnicas han sido auténticos líderes, y que pueden funcionar en casi cualquier circunstancia. Defienden a menudo su punto de vista con ejemplos incluso de gente famosa (líderes políticos, personalidades religiosas importantes, entre muchos otros). Los que hemos profundizado en el tema, a menudo nos hemos dado cuenta de las diferencias, e incluso contradicciones, que existen entre los argumentos que nos proponen los distintos autores sobre cómo ser un auténtico líder. ¿Cuál es la explicación de éste hecho? Cuando ves y analizas más de cerca a personalidades exitosas en éste ámbito, te das cuenta que de manera unánime todos se distinguen en un recurso: la actitud. En la gran mayoría de los casos, ésta es la única diferencia entre una persona con grandes dotes de mando y otra que no los tiene. Lo que se argumenta en los libros son técnicas y métodos que la gente ha usado para alcanzar el éxito, pero no la verdadera actitud de liderazgo, basada en la confianza en sí mismo y en la voluntad. Resumiendo en un lenguaje de calle: los autores de libros te venden el envase, pero no el producto.
Esto explicaría porque existen personas que saben poco de teorías de liderazgo, pero que no les impide ser eficaces mandatarios. Tal vez ni siquiera sean capaces de analizar concienzudamente sus interacciones o incluso saber en que han fallado o no, pero tienen una actitud que les transforma en líderes. Ésta se transmite por cada uno de sus gestos, por su expresión en la cara, por su forma de hablar. Se pueden copiar sus movimientos, sus gestos, que son manifestaciones externas de su actitud, pero su actitud en sí misma, su esencia, no se puede copiar, al menos no tan fácilmente. Difícilmente se podrá imitar las emociones de los líderes y sus estados de ánimo e implementarlos en uno mismo.
Aún cuando un auténtico mandatario conociera las teorías del liderazgo, y diera un taller personalizado sobre dichos conocimientos, su estados internos (que son lo que le hacen ser como es) serían filtrados por ti, y conocerías sólo las manifestaciones externas de su comportamiento, pero no la actitud en sí.
La actitud se tiene que forjar con la experiencia activa, una férrea voluntad, confianza en sí mismo y posiblemente, la intuición y el instinto. Seguramente al principio ciertos conocimientos sean necesarios, pero no bastarán por sí mismos para forjar una actitud de líder. Con frecuencia hay mandatarios que en ocasiones manifiestan comportamientos que en teoría serían erróneos, pero su actitud arrolladora les hace triunfar, logrando incluso que los supuestos errores no hayan sido percibidos como tales.
Así, el liderazgo se tiene que forjar internamente para que se manifieste externamente; si se pretende hacer al revés, la persona mostrará un comportamiento poco natural y le hará parecer un robot que simplemente reproduce material grabado, técnicas rígidas que limiten la creatividad y que se hayan utilizado en otras ocasiones, y que por tanto ya no tengan la misma efectividad. La persona manifestará de ésta manera sólo una máscara artificial que a mediano plazo (por no decir en el corto) se caerá.
Gabriel Lopez
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