Según la Asociación Americana de Psicología (American Psychological Association) la ira es un estado emocional que varía en intensidad; ocasionando pequeñas e incómodas irritaciones hasta llegar a furia intensa, rabia, incluso cólera. La religión Católica, considera la ira como uno de los siete pecados capitales, Dante Alighieri, en su Divina Comedia, sitúa la Ira en el séptimo círculo del infierno, dividiéndolo en tres secciones: en la primera; ubica a quienes le quitaron la vida o los bienes a sus semejantes, en la segunda; a los violentos contra sí y en la tercera sección; están los violentos contra el Cielo, la Naturaleza, las Artes y la Sociedad.
La ira es una emoción poderosa y dañina, lamentablemente está presente en el planeta entero, las guerras y las decisiones más crueles han estado impulsadas por este estado del ser humano. El mundo de las organizaciones no escapa de esta emoción, incluso, diariamente se ve afectado por ésta. Imaginemos por un momento el caos que puede significar que un directivo, específicamente del área de Gestión Humana, transite diariamente por esta emoción y la exprese ya sea a través de sus acciones o palabras, humillando y maltratando a sus empleados. Por desgracia, no es muy trillado que esto suceda, en algunas organizaciones esto es una realidad muy difícil de manejar. Ya que, resulta paradójico que quienes profesan el bienestar, el respeto y la tranquilidad, sean las primeras personas en atentar contra ese ambiente. Mucho se ha dicho sobre las habilidades y capacidades que debe tener un directivo: asertividad, liderazgo, compromiso e identidad organizacional, trabajo en equipo, orientación a resultados, incluso añadimos: inteligencia emocional. Pero, detengámonos un momento en esta última, ¿realmente le damos la importancia que se merece? o simplemente la añadimos a la lista de habilidades directivas porque suena bien y en el momento de evaluar si una persona puede ocupar un cargo directivo obviamos esta última. Es importante tener en cuenta, que la gran mayoría de los cargos directivos manejan conflictos y viven frecuentemente momentos de altas tensiones, por esto, resulta imprescindible que quienes ocupen estos cargos posean niveles muy altos de inteligencia emocional.
Daniel Goleman, en su libro Inteligencia Emocional, menciona que la capacidad de manejar la ira, refleja un nivel altísimo de inteligencia emocional, sin embargo, las empresas hacen caso omiso de la importancia que esta tiene. Un directivo que grita, humilla, golpea puertas y mesas, no es un directivo, es simplemente una persona emocionalmente incompetente, inconforme consigo misma, llena de inseguridades, incapaz de controlar sus emociones, desplegándolas en todo momento sin importar que éstas agredan y atenten contra sus empleados, afectando así el clima laboral.
En definitiva, si no queremos que nuestra organización termine condenada al séptimo círculo de Dante Alighieri, debemos entender que el manejo de la ira está directamente relacionado a la inteligencia emocional, siendo ésta, particularmente importante y determinante en cargos que requieren habilidades interpersonales o sociales. Finalmente, de esto se trata el liderazgo, entonces, no nos dediquemos a buscar un directivo con alta capacidad de liderazgo, centrémonos en buscar una persona con altos niveles de inteligencia emocional y de esta manera conseguiremos el liderazgo positivo y necesario para el convulsionado entorno en el que actualmente se mueven las organizaciones.
La ira es una emoción poderosa y dañina, lamentablemente está presente en el planeta entero, las guerras y las decisiones más crueles han estado impulsadas por este estado del ser humano. El mundo de las organizaciones no escapa de esta emoción, incluso, diariamente se ve afectado por ésta. Imaginemos por un momento el caos que puede significar que un directivo, específicamente del área de Gestión Humana, transite diariamente por esta emoción y la exprese ya sea a través de sus acciones o palabras, humillando y maltratando a sus empleados. Por desgracia, no es muy trillado que esto suceda, en algunas organizaciones esto es una realidad muy difícil de manejar. Ya que, resulta paradójico que quienes profesan el bienestar, el respeto y la tranquilidad, sean las primeras personas en atentar contra ese ambiente. Mucho se ha dicho sobre las habilidades y capacidades que debe tener un directivo: asertividad, liderazgo, compromiso e identidad organizacional, trabajo en equipo, orientación a resultados, incluso añadimos: inteligencia emocional. Pero, detengámonos un momento en esta última, ¿realmente le damos la importancia que se merece? o simplemente la añadimos a la lista de habilidades directivas porque suena bien y en el momento de evaluar si una persona puede ocupar un cargo directivo obviamos esta última. Es importante tener en cuenta, que la gran mayoría de los cargos directivos manejan conflictos y viven frecuentemente momentos de altas tensiones, por esto, resulta imprescindible que quienes ocupen estos cargos posean niveles muy altos de inteligencia emocional.
Daniel Goleman, en su libro Inteligencia Emocional, menciona que la capacidad de manejar la ira, refleja un nivel altísimo de inteligencia emocional, sin embargo, las empresas hacen caso omiso de la importancia que esta tiene. Un directivo que grita, humilla, golpea puertas y mesas, no es un directivo, es simplemente una persona emocionalmente incompetente, inconforme consigo misma, llena de inseguridades, incapaz de controlar sus emociones, desplegándolas en todo momento sin importar que éstas agredan y atenten contra sus empleados, afectando así el clima laboral.
En definitiva, si no queremos que nuestra organización termine condenada al séptimo círculo de Dante Alighieri, debemos entender que el manejo de la ira está directamente relacionado a la inteligencia emocional, siendo ésta, particularmente importante y determinante en cargos que requieren habilidades interpersonales o sociales. Finalmente, de esto se trata el liderazgo, entonces, no nos dediquemos a buscar un directivo con alta capacidad de liderazgo, centrémonos en buscar una persona con altos niveles de inteligencia emocional y de esta manera conseguiremos el liderazgo positivo y necesario para el convulsionado entorno en el que actualmente se mueven las organizaciones.
Alexandra Baiz Cardozo.
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